
“Tengo miedo de cenar”, dice, explicando que su madre le recomendó no comer de noche para evitar que se le hinchen los pies.
Su barriga está moderadamente ensanchada a pesar de sus 31 semanas de embarazo. Ella, menuda, y su pareja, un venezolano de 26 años que trabaja en labores de mantenimiento, esperan su primer bebé, un varón.
La buena alimentación, igual, es un imposible en su hogar por falta de dinero. “Mi esposo prefiere que coma yo a que coma él”, admite, encorvada en su asiento, luego de entregar una carpeta con su historia médica, según reseña Voz de América.
La Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha) advirtió en noviembre del aumento del número de adolescentes venezolanas embarazadas que carecen de nutrientes esenciales para el buen desarrollo de sus bebés.
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