La decisión

Opinión | junio 16, 2021 | 6:30 am.

1. Los venezolanos quieren que… (¡silencio!) ¡Un momento! Hablar de los venezolanos en general o en su nombre no creo que sea práctica aconsejable. Esa población es, como sabemos, diversa y no puede ser reducida al dominio de la estadística que los convierte en porcentajes con algunas desagregaciones por sexo, ingreso, edad y, a veces, ocupaciones. Para los efectos de lo que aquí se plantea, los García y los Rojas que viven en la vereda 60 de Coche, unos al lado de los otros, tienen diferencias significativas que no pueden ser reducidas a la categoría de caraqueños y menos de venezolanos, aun siendo ambos. Sin embargo, esos ciudadanos tan diferentes los unos de los otros van a tener que tomar una decisión inexorable que, al final, los convierte en… venezolanos. No son homogéneos pero la decisión los convierte en iguales ante ella.

2. Se trata de resolver una cuestión ligada a su existencia, a su presente, a su futuro, el de hijos y nietos, gente que está dentro del antiguo territorio del país y gente que está afuera. ¿Aceptarán vivir por el porvenir previsible bajo el régimen tiránico de Maduro y su banda o se enfrentarán a éste en forma inquebrantable? La respuesta puede sonar fácil: desde luego, combatirlos, hasta la victoria siempre. Pero, paremos un momento. No; es posible que la respuesta sea la de aceptar la convivencia y es tema que conviene analizar para ver hasta qué punto el cambio es posible.

3. Quien esto escribe desconfía de afirmaciones como la de que los venezolanos tienen el gen democrático por los 40 años vividos bajo este sistema; menos aún que tienen una compulsión por votar que proviene de tales vivencias. No. No han sido el ejemplo del buen salvaje, sino en todo caso de los caribes, algunos de los cuales se almorzaban a otros de la especie. Este tipo de afirmaciones sobre “el venezolano” es descaminado: el venezolano es su tiempo, su cultura y su memoria, no sólo su cultura; no sólo su memoria. Es, sobre todo, lo que vive hoy.

4. Es cierto que la memoria de un país amable y mejor está en los mayores; pero, no hay que olvidar que buena parte de esos mayores destruyeron la democracia al abrir el camino a Chávez con su modesto votico de 1998; no hay que olvidar que la visión dominante en la opinión pública en los 80 y los 90 era que Venezuela se había convertido en un desastre. Así es que “el venezolano” ha bebido en muchos pozos y no sólo en el idílico de la democracia que ahora añora, probablemente porque no tiene memoria de cómo la destruyó buena parte de los que dicen añorarla.

5. Esta divagación antropometafísica sólo tiene el propósito de volver a la decisión aludida más arriba. No se trata de que los viandantes que viven, nacieron, y aman ese lugar entrañable que es el país les guste Maduro y su régimen, sino de analizar si pese a su rechazo consideran que no hay más remedio que convivir con él o si, por el contrario, deben dedicar esfuerzos por derrocarlo. No es una trampa argumental: escoja entre la alegría y la tristeza; más bien es ponerse de frente a lo que ocurre: hay gente vencida por la realidad; no le gusta, pero cree que hay que cohabitar con ella. Otra gente, desde luego, tiene la visión contraria.

6. Allí ha residido el éxito fundamental del régimen que es el de promover el relato de su inevitabilidad: si le gusta, tómelo con soda; si no le gusta, cáleselo. Esa sensación de la inevitabilidad puede venir de muchas fuentes. Una, singular, es el miedo aguijoneado por la represión que lo sostiene; pero también hay el acomodo de otros. Ese acomodo es diferente en cada caso porque depende de la posición económica, social y moral. Existen los derrotados, luchadores de otras épocas, vencidos por el peso de la vida, por ahora; existen quienes consideran que esto llegó para quedarse y hay que adaptarse (es lo que motiva a muchos políticos que por diversas razones –no siempre la corrupción- no resisten la resistencia); también existe una variante de los derrotados: los exitosos.

7. Los exitosos son de dos tipos. Hay la especie que se ha opuesto a Chávez y a Maduro en algún momento, pero que encontraron rendijas para prosperar económicamente; progreso que se encubre con las tesis del “realismo”: es lo que hay. También hay de los otros, los exitosos por bandidos, los que han asaltado el tesoro público por sí o por intermedio de sus testaferros.

8. Ese país complejo, el de adentro y el de la diáspora, que no está lleno de santos de un lado y de demonios del otro; que tiene en cada uno su dosis de santidad, pero cuando se le mira bien tiene el rabo de Satanás, hospeda muchos de esos que regresan sin haber ido y que le entran de perfil a los problemas; también millones de los que han sufrido una inmensidad y no ven el fin del sufrimiento; los que han perdido la vida de familiares y amigos, los torturados, los encarcelados y enjuiciados, los exiliados, los caminantes sin destino. Esa enormidad humana tiene que plantearse si se para, si se rinde, si se acomoda o si vuelve a la plaza de las batallas.

9. Esas son las opciones sobre la mesa: ante lo que promete ser un nuevo episodio de las chácharas con el régimen todo dependerá del surgimiento de una dirección esclarecida que hoy no existe.