El flechazo sobre el cisne negro

Opinión | abril 16, 2021 | 6:20 am.

La política venezolana está atragantada de hastío. El análisis que encontramos generalmente es ligero, sin mayores ambiciones. Es la decadencia que trae la mediocridad, penetrando la vida nacional hasta hacerse cancerígena. Caímos en la liviandad en los procesos sociales, los discursos de otrora han perecido en manos de herederos superfluos.

El debate es un bocado agrio, de personajes irrelevantes, sin mayor potaje intelectual, desaparecieron los magos del verbo, los brillantes expositores que invitaban a recrearse en sus firmes posturas. Aquellas páginas, llenas de erudición, fueron sustituidas por el veneno letal de la inopia.

Lo que ocurre en Venezuela no pueden tomarse como un menú con productos dietéticos. No cuidamos en la formas sin llegar hasta el fondo de nuestros abismos, los graves conflictos nacionales se abordan someramente, el inmediatismo nos invadió como cuando un certero flechazo sentencia la suerte de un cisne negro, el ave siente que la vida es el ahogo que coarta cualquier esperanza, las alas van retrocediendo, hasta que las mismas buscan aposento en el lago que será su tumba. Un arco manejado por manos diestras supo darle ductilidad al flechazo que aterrizó en el destino deseado. En los gélidos lagos noruegos los antiguos hijos de la espada se entrenaban en el arte de la guerra aniquilando a estas aves.

Las lecciones quedaron como enseñanzas para la posteridad. La actual referencia política: ¿será flecha o cisne muerto? Asistimos a una generación de relevó que desaprovechó grandes oportunidades de cambiar el rumbo, el súbito protagonismo los infectó de prepotencia. Un juguete en manos inexpertas, la política no es un juego de naipes entre ávidos traficantes de ilusiones.

Debemos regresar al debate ingenioso y productivo, que crezcan los conceptos que hagan posible una salida cónsona con aquello que deseamos. El problema de la mediocridad es su componente infeccioso, un peligroso emisor de miserias que expande con procacidad. La Venezuela contemporánea debería desempolvar la esencia de sus cromosomas. El barranco en donde estamos metidos no es el aposento de nuestra historia. Es fundamental que germine un nuevo liderazgo, sin los vicios de aquellos que se atragantaron con la metálica solidaridad del exterior. Demasiado desatino como para dejarlo colgado en el silencio cómplice, menos con la solidaridad automática.

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