Collage número 60 sobre Rómulo Betancourt

Opinión | abril 18, 2021 | 6:20 am.

(Gobierno Constitucional –XXII-)

Descubierto botín de guerra en Paraguaná. El 2 de noviembre de 1963, la Guardia Nacional y autoridades civiles descubrieron enterrado en la playa, cerca de Punta Macolla, Paraguaná, un botín de guerra que incluía morteros, lanzallamas, ametralladoras, fusiles FAL, lanzacohetes, revólveres y gran cantidad de proyectiles para todas esas armas. En “El Universal” del día 4 de noviembre, el INNAC informa que fuentes oficiales consultadas al respecto manifestaron que el armamento había sido desembarcado de una nave extranjera “con el propósito de entorpecer el proceso electoral” (1).

Antonio García Ponce -que, a diferencia de su hermano Guillermo, se fue “deslastrando” de las ideas del marxismo-leninismo- publicó en el año 2010 su libro “Sangre, Locura y Fantasía, la guerrilla de los sesenta”, donde, al comentar el hallazgo del armamento, dice (página 80): “Las autoridades acusaron de inmediato al gobierno cubano de ser el autor del envío, destinado a redoblar las acciones armadas con vistas a las próximas elecciones, para las cuales el comando supremo de las FALN había llamado a boicotearlas mediante una abstención militante. Además de las evidencias acerca del origen de las armas encontradas en Macama, también los cuerpos de seguridad venezolanos habían obtenido algún tipo de documentación clandestina donde se exponían los lineamientos generales del llamado ‘Plan Caracas’, un conjunto de operaciones encargadas a las UTC de la capital que consistía en bloquear los accesos carreteros a Caracas, inutilizar el aeropuerto de La Carlota, hostigar diversos centro de votación y crear la suficiente agitación y neutralización o eliminación de la reacción de las fuerzas armadas, policiales y de seguridad, a fin de impedir el acto electoral”.

El Gobierno Nacional, por órgano de los Ministerios de Relaciones Exteriores y de Defensa anunció –prensa del 20 de noviembre- que “las armas de guerra encontradas a principios de mes en las costas occidentales de la Península de Paraguaná, en el estado Falcón, son de procedencia cubana y al efecto inició la acción necesaria ante los Organismos Internacionales, de acuerdo con los Tratados multilaterales de los cuales Venezuela es signataria” (2).

El Presidente Betancourt, el 29 de noviembre, en entrevista ante más de un centenar de periodistas extranjeros que habían llegado a Venezuela para seguir el curso de las elecciones del 1° de diciembre, se refirió al armamento hallado así: “Ustedes pudieron constatar ayer como fue recientemente incautado un equipo bélico de cierta magnitud y como quedó perfectamente comprobado que esas armas son procedentes de Cuba: lanzacohetes, cañones de tiro sin retroceso, fusiles automáticos, ametralladoras punto 50, transportadas clandestinamente de Cuba a Venezuela. Nuestro Gobierno y sus Fuerzas Armadas que están alertas y vigilantes, han redoblado el control aeronaval de las costas del país, y se va a presentar ante la Organización de Estados Americanos una demostración de que se está incumpliendo el Tratado de Asistencia Recíproca de Río de Janeiro (TIAR) y las resoluciones adoptadas en la Octava Conferencia Interamericana de San José de Costa Rica… Cuba es actualmente un país superarmado, que después de los Estados Unidos de América, es el que tiene un depósito mayor de material bélico. Y ese material, bélico, como se ha demostrado en el caso de Venezuela, no es para defenderse de supuestas agresiones, sino para exportarlo hacia los países latinoamericanos que están dispuestos a vivir dentro de un régimen democrático y no aceptar el cartabón chino-soviético” (3).

Como lo había anunciado el Presidente Betancourt, en una reunión del Consejo del Consejo de la Organización de Estados Americanos celebrada el 3 de diciembre de 1963, el representante venezolano, Enrique Tejera París, presentó un informe sobre el arsenal de tres toneladas de armamento encontrado en Paraguaná y solicitó la convocatoria del organismo de consulta interregional, de acuerdo con lo establecido en el artículo 6 del TIAR. El Consejo aprobó la solicitud y designó una Comisión para estudiar la acusación venezolana contra el régimen de Fidel Castro, en la que demandaba la aplicación del Tratado de Río de Janeiro, basándose en los artículos sexto y octavo de dicho Tratado. La Comisión llegó a Venezuela el 9 de diciembre de 1963, y estaba integrada por los doctores Rodolfo A. Weldman, representante de Argentina, quien la presidía; Alfredo Vásquez Carrizosa, representante de Colombia; Gonzalo J. Facio, de Costa Rica; Ward P. Allen, representante suplente de los Estados Unidos; y Félix Polleri Carrió, de Uruguay; y, además, cuatro asesores militares, pertenecientes a Estados Unidos, Colombia, Costa Rica y Argentina.

La Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA se realiza el 21 de julio de 1964, y cincos días después, el 26, se firma el acta final en la cual se aplica el TIAR y se amplían las sanciones adoptadas contra Cuba.

Elecciones del 1° de diciembre de 1963: Leoni, Presidente. En el acto comicial se elige el Presidente de la República para el período constitucional 1964-1969, y también 42 senadores y 168 diputados que integrarán el Congreso Nacional, las Asambleas Legislativas de los Estados y los Concejos Municipales.

Las elecciones se realizaron sin incidentes, en completa normalidad. Los extremistas, que persistían en la lucha armada habían llamado a la abstención y anunciaban amenazas contra los votantes, en el marco de la “Operación Caracas”, recibieron un resonante fracaso. De la inscripción nacional de 3.369.968 electores, concurrieron a las urnas 3.107.563, en consecuencia, apenas hubo una abstención del 7,78%, una de más bajas de toda nuestra historia electoral.

No hubo alianzas electorales en el campo de la oposición, donde se presentaron cinco candidatos presidenciales (Villalba, Uslar Pietri, Larrazábal, Ramos Giménez y Germán Borregales); ni en el gubernamental, que tuvo dos aspirantes a la Primera Magistratura (Raúl Leoni, por AD, y Rafael Caldera, por Copei).

En cuanto al campo gubernamental, hubo especulaciones de prensa sobre diversas fórmulas de un posible entendimiento entre AD y Copei. Sanín (Alfredo Tarre Murzi) en su libro –que apela al método de la confidencia imaginaria- sobre Rómulo Betancourt, pone en boca del fundador de Acción Democrática, estas palabras (página 390):

“…El doctor Caldera me había visitado días antes en mi residencia de ´Los Núñez’ para hablarme de lanzar como independiente al doctor Ramón J. Velásquez con el apoyo de AD, Copei…y yo no le podía pedir a mi partido que sacrificara a uno de sus dirigentes fundadores más importante” (Raúl Leoni). El dirigente comunista Juan Bautista Fuenmayor afirma (“Historia de la Venezuela Política Contemporánea”, Tomo XV, página 303) que a la XIII Convención Nacional que se instaló en Caracas el 2 de julio de 1963, se le planteó: “…La otra tesis era propuesta por el Presidente Rómulo Betancourt y estaba dirigida a lograr la selección del candidato de una lista de cinco personas, que la Convención debía designar, a fin de que el CEN o el CDN del partido seleccionara el candidato definitivo”.

Yo intervine en la sesión que discutía la cuestión candidatural y estoy en capacidad de negar absolutamente que en esa Convención Nacional de AD (celebrada en el ya desaparecido Teatro Boyacá, parroquia San Agustín del Norte), antes de la escogencia de Raúl Leoni, se haya hecho tal propuesta.

Lo que ocurrió en esa ocasión es lo que relata en su libro “Acción Democrática, bosquejo histórico de un partido” (página134), el dirigente nacional Rubén Carpio Castillo: “El doctor Raúl Leoni fue escogido en la XIII Convención Nacional de Acción Democrática, reunida en el mes de julio de 1963, en unas elecciones internas, absolutamente democráticas, en la que participaron otros candidatos. Era la primera vez que en la historia del Partido se presentaban varios candidatos, aun cuando se sabía que Leoni era el favorito de la Convención”.

El Consejo Supremo Electoral (CSE), en el mes de marzo, había tomado la decisión, con motivo de la segunda división de Acción Democrática, en la que los dos sectores en pugna se disputaban el uso del nombre y los símbolos del partido, de eliminar la tarjeta blanca para las elecciones del 1° de diciembre, así como también la adopción –para diferenciarlos- de los “apellidos” AD-Gobierno y AD-Oposición; y que los resultados electorales permitirían, al sector que obtuviera la mayoría de votos, quedarse de una vez por todas con el nombre, el color electoral y el emblema del partido.

En ese mismo mes de marzo, AD-Gobierno solicitó el color negro para su tarjeta electoral, y durante la campaña electoral esgrimió la consigna “por la blanca, vota negro”.

El Consejo Supremo Electoral realizó los cómputos de las votaciones, con los siguientes resultados para la candidatura presidencial: Raúl Leoni, 957.574 votos (32,80% de la votación válida); Rafael Caldera, 589.372 (20,19%); Jóvito Villalba, 510.975 (17,50%); Arturo Uslar Pietri, 469.240 (16,08%; Wolfgang Larrazábal, 275.304 (9,43%): Raúl Ramos Giménez, 66.837 (2,29%); Germán Borregales, 9.324 (0,32%).

Los resultados para el Congreso Nacional fueron así: AD-Gobierno, 22 senadores y 66 diputados; Copei, 8 senadores y 39 diputados; URD, 7 senadores y 29 diputados; IPFN (Uslar Pietri), 5 senadores y 22 diputados; FDP (Larrazábal), 4 senadores y 16 diputados; AD-Oposición, 1 senador y 5 diputados; MENI, 1 diputado; PSV, 1 diputado.

El triunfo de Raúl Leoni, como candidato presidencial, y la votación mayoritaria obtenida por Acción Democrática, como partido, a pesar de las dos divisiones durante el quinquenio y del desgaste del ejercicio de un gobierno tan difícil que tuvo que enfrentar dificultades y problemas de gran monta, alcanzan una valoración de alto rango. ¡Y devolvieron a Acción Democrática, a la verdadera Acción Democrática, su nombre, su color electoral y sus símbolos indiscutibles!

El 11 de marzo de 1964, tuvo lugar la transmisión del mando. El diario El Nacional, del día siguiente, la reseña así: “Uno de los actos que revistió mayor solemnidad ayer en el Palacio Legislativo fue, sin duda alguna, el momento en que el Presidente saliente se despojó de la banda tricolor, símbolo del poder presidencial, y la colocó sobre los hombros de su sucesor, el doctor Raúl Leoni. Minutos antes, el Presidente del soberano Congreso Nacional, Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, le había tomado el juramento de ley al Presidente elegido por libre voluntad de los venezolanos en los comicios del 1° de diciembre próximo pasado. Betancourt, visiblemente emocionado, pasó la banda presidencial sobre la cabeza del Dr. Raúl Leoni y dándole una breve palmadita en su hombro derecho, le dijo: ‘Buena Suerte’. Concluida la ceremonia, cuando los periodistas le preguntaron qué le había deslizado al Presidente entrante, al momento de colocarle la banda tricolor, declaró: ‘No pude pensar en ninguna frase histórica’. El acontecimiento que se registra por primera vez en nuestra larga historia republicana, constituye, sin duda alguna, una de las más hermosas páginas cívicas de nuestra vida constitucional” (4).

Y el historiador Ramón J. Velásquez, sentencia: “El acto celebrado en el Capitolio Nacional, el 11 de marzo de 1964, tenía para los venezolanos un significado excepcional. Era la primera vez en su historia política que un Presidente Constitucional terminaba su período y podía hacer la entrega pacífica del poder a un sucesor, también elegido por el voto universal” (5).

El 1° de enero de 1964, el Presidente Betancourt dijo que su último mensaje de año nuevo como Jefe de Estado, tenía, para él y para todos los venezolanos, “una especial significación” por la realización de las elecciones en las que el pueblo venezolano ratificó una vez más su fe en el sistema democrático:

“El pasado 1 de diciembre dio nuestro país una demostración cabal inolvidable de su aptitud y capacidad para el ejercicio de la vida democrática. Sobre las urnas electorales se volcaron tres millones de votos de venezolanos, votos de hombres y de mujeres, de ricos y de pobres, de gentes de las ciudades y de gentes del campo. Votó cada quien como su conciencia o su simpatía lo indujo a votar, sin que coacción alguna se ejerciese sobre el electorado; y arma al brazo, centinelas alertas para defensa de la constitucionalidad, los soldados de la República garantizaron a los venezolanos el ejercicio pacífico del voto…No sólo se han hecho unas elecciones ejemplares, mediante las cuales el pueblo de Venezuela escogió como su Presidente para el próximo período a un venezolano de acrisolada honradez, de buena fe y de vocación de servicio. También se ha hecho una política que ha permitido diversificar nuestra economía, que ya no es sólo colonialmente minera sino nacionalistamente industrial, agrícola y pecuaria. La hacienda pública estaba en bancarrota en 1959. Ahora tiene Venezuela un presupuesto equilibrado, y dejará este gobierno al que lo suceda un volumen apreciable de reservas fiscales acumuladas” (6).

En el próximo Collage, se hará un balance de la obra cumplida por el Gobierno Constitucional de Rómulo Betancourt.

Notas

1-Historia Gráfica deVenezuela. José Rivas Rivas. El Gobierno de Rómulo Betancourt (tercera parte) 1962-1963. Ediciones Toran C.A. Caracas, Venezuela 1997. Pág. 137.

2-Historia Gráfica de Venezuela. Obra citada. Pág. 156.

3-Historia Gráfica de Venezuela. Obra citada. Pág. 157-158.

4-Historia Gráfica de Venezuela. El Gobierno de Raúl Leoni (primera parte). 1963-1966. Centro Editor C.A. Caracas. 2000. Pág. 57-58.

5-Ramón J. Velásquez. Venezuela Moderna. Medio Siglo de Historia 1926-1976. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas 1976. Pág. 256.

6-Rómulo Betancourt. Antología Política. Volumen Séptimo 1959-1964. Fundación Rómulo Betancourt, Caracas, Venezuela, 2007. Pág. 395 y 396.

Sobre la situación actual, dos comentarios:

Unidad, Unidad, Unidad. Desde hace más de cuatro lustros Venezuela sufre uno de los peores gobiernos de su historia, que, además de su carácter dictatorial, exhibe una monumental incapacidad administrativa y una avidez insaciable de apropiación corrupta de los dineros públicos. No tiene ni las “luces” ni la “moral”, de que nos hablara El Libertador. Orlado, adicionalmente, con el clamoroso repudio de la comunidad democrática internacional, que lo acusa de cometer crímenes de lesa humanidad. Es inexplicable que haya sobrevivido tanto tiempo, si no fuera por el apoyo de quienes tienen las armas que les entregó la República para sostener y defender las instituciones democráticas, y no para mantener en el poder a los que las destruyen.

La oposición democrática tiene el compromiso de lograr que el país se sacuda del nefasto régimen despótico que le frustra el presente y le oscurece el porvenir. Por esa razón, los venezolanos hemos leído con alegría patriótica el comunicado acordado el día 6 de este mes, suscrito por organizaciones opositoras, en el que plantean la “reconfiguración de la alianza de partidos políticos, tanto en su dirección como toma de decisiones para hacerla más útil, amplia, incluyente , efectiva, asertiva y operativa”.

En ese sentido, para alcanzar ese frente coalicionista más fuerte y más plural, se requiere, por una parte, que estén en él movimientos políticos importantes como Vente Venezuela y Alianza Bravo Pueblo, dotados de un valiente y valioso liderazgo; y, por la otra, poner de pie al país para que sectores de la sociedad civil, sindicatos, empresarios, gremios, estudiantes, en articulación ágil y funcional, hagan posible y realmente efectiva una acción conjunta antidictatorial. Ver presentes en ruedas de prensa y actos televisivos los representantes de tales partidos y sectores, anunciando decisiones adoptadas en común, de por sí produciría un impacto multiplicador de efectos extraordinarios.

Si líderes como Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, depusieron sus diferencias, para combatir una dictadura, ¿por qué los líderes de ahora no pueden entenderse para combatir la dictadura de ahora?

La cuestión económica. ¿Fracaso? ¿Desastre? ¿Catástrofe? Cualquier adjetivo desafortunado se podría aplicar. Llevamos poco más de siete años consecutivos de contracción económica: entre el 2013, año en que el fraude ascendió en grúa a Maduro a Miraflores, y el 2020, la caída del Producto Interno Bruto (PIB) fue de 81,2%. Eso, lógicamente, catapulta al desempleo y acuerpa a la informalidad, hasta el punto de que de los 15 millones de compatriotas que conformarían la fuerza laboral, 10 millones son trabajadores informales. Desde noviembre de 2017, la hiperinflación campea por sus fueros, destruyendo el ingreso de los venezolanos.

El bolívar se ha devaluado tanto (cuando llegó Chávez al poder, el dólar valía 560 bolívares, ahora vale más de dos millones de bolívares) que ya no cumple las funciones del dinero y no sirve como unidad de cuenta para fijar los precios, ni como medio de intercambio y hoy en día alrededor del 70% de las transacciones del país se realizan en dólares, ni como depósito de valor y nadie ahorra en bolívares. Se estima un déficit fiscal por encima de 12 puntos del PIB, que se financia monetariamente (violando la Constitución) con dinero inorgánico que emite el Banco Central, sin respaldo en las reservas internacionales. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señaló el día primero de este mes de abril que “Venezuela encabeza la lista de los países con mayor vulnerabilidad financiera de América Latina y el Caribe”. Las empresas básicas de Guayana avanzan en su minusvalía. PDVSA está devastada, pero de ella, la sombra de lo que fue, hablaremos otro día.

Corolario del breve relato anterior es la tragedia social que confrontamos. Según los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), que realizan tres de las universidades más importantes del país, el 80% de la población está en pobreza extrema. Esa Encuesta fundamenta sus investigaciones en el ingreso mínimo de la población, el nivel nutricional, la educación, los servicios, el empleo, entre otras variables.

La segunda ola del covid-19, ante la que el régimen dictatorial se cruza de brazos y ralentiza su acción, ha agravado, no causado, la grave situación existente. Inquieta la pregunta de que hasta cuándo se prolongará lo que luce ya insostenible. En la política, son muy difíciles los ejercicios de futurología.