Modus vivendi

Opinión | diciembre 14, 2020 | 6:22 am.

Hoy se sabe que durante la Guerra Fría la amenaza militar soviética fue sobredimensionada; así como el imperialismo norteamericano sobre el mundo comunista fue exagerado. Tantos los Estados Unidos como la Unión Soviética aprovecharon las circunstancias del enemigo externo y la amenaza nuclear para cohesionar sus respectivas naciones y fortalecer sus proyectos de expansión internacional. El mensaje interno era claro: la defensa contra la amenaza externa, mientras que, sobre todo en el caso de los norteamericanos, sirvió además para consolidar el nuevo sistema internacional en torno a occidente. De esta manera el mundo estuvo sometido a una tensión que le convenía a ambos protagonistas.

La estrategia del enemigo externo, de la lucha entre el bien y el mal, de sobredimensionar al adversario, son todas parte de una misma línea en la que no puede haber héroe sin villano, como no puede haber vida sin muerte, o sentido de pertenecer a un grupo específico sino hay otros fuera de ese círculo. La esencia de esta perspectiva es la fragmentación del mundo que nos rodea, de la división entre un “ellos” y “nosotros”. La paradoja es que no puede existir uno sin el otro, y es por ello por lo que quienes se sostienen sobre esa lógica no tienen interés en eliminar a su enemigo, sino mantenerlo vivo, aunque controlado de tal manera que no logre imponerse.

En todas las sociedades esas distinciones están presentes, incluso en los países más democráticos y con estados consolidados existen. La gran diferencia es que en esos casos hay un sentido superior de cohesión en torno a la noción de país o nación, y, además, existen las instituciones para regular las tensiones entre los distintos grupos. En países menos democráticos, pero con estados capaces de actuar, si bien el sentido de unidad colectiva puede estar debilitado, existe un órgano que fuerza la homogeneidad, eliminando, al menos externamente, las tensiones entre grupos. La mayor conflictividad entre grupos se da cuando no hay un sentido colectivo ni un órgano que regule las interacciones.

En el caso venezolano, en el que la cohesión social se ha debilitado y el Estado también ha perdido capacidad de actuar, es de esperar que la división entre “ellos” y “nosotros” esté más presente actuando como elemento cohesionador en torno a grupos específicos. Así, Maduro y el oficialismo necesitan de una “amenaza”, estos últimos dos años representada por Guaidó y la Asamblea Nacional. Por su parte, claramente las distintas oposiciones necesitan de un enemigo, real como es el oficialismo, pero probablemente sobredimensionado. En la medida que ese enemigo sea mayor, que luzca más fuerte, se asume que la cohesión de quienes lo adversan será mayor.

La lógica anterior no significa que las oposiciones no busquen imponerse, claro que su interés final es controlar el poder. Sin embargo, mientras no tengan la fuerza suficiente para lograrlo, su mejor apuesta es mantener viva la amenaza, y para ello la mejor estrategia es el extremismo. De igual manera, dado que al oficialismo le conviene que haya alguna amenaza, solo será desde el extremismo que esta se magnificará y por lo tanto cumplirá su objetivo de mejor manera. Es importante destacar acá que en el caso del oficialismo la amenaza ya no es tan importante para cohesionar a la base de apoyo popular, pero sí para lograr que la élite dominante se mantenga unida.

En esas tensiones se va creando un modus vivendi entre las partes, se da una especie de equilibrio en el que todos “ganan”, o al menos no pierden todo. El oficialismo se mantiene en el poder, las oposiciones (y particularmente sus dirigentes) mantienen sus cuotas de poder, que si bien no les permiten imponerse tampoco se arriesgan a perder lo poco que puedan tener. Mientras esto ocurre no se vislumbra un factor de desequilibrio en el horizonte en tanto la estrategia dominante sea la del extremismo y la división en “ellos” y “nosotros”. La verdadera ruptura con el modus vivendi que se ha establecido en Venezuela vendrá, paradójicamente, desde la moderación y el reconocimiento del adversario.

Twitter: @lombardidiego