El último caudillo que gobernó Venezuela

Opinión | diciembre 17, 2020 | 6:18 am.

El caudillo es un jefe guerrero dotado de condiciones personales de prestigio para formar ejércitos particulares con capacidad para hacer la guerra.

En Hispanoamérica surgieron caudillos por las crisis políticas y sociales surgidas por las guerras de Independencia, al producirse la anarquía por la inoperancia de las instituciones de la monarquía española y de las frágiles nacidas con las repúblicas.

Surgen los caudillos del seno de los pueblos en guerra con ejércitos con poca o ninguna cohesión institucional, que permite la formación de ejércitos particulares, obedientes al caudillo y no a un Estado consolidado.

El Imperio Español en América, herido de muerte en 1808 por la invasión de España por el Ejército Imperial de la Francia Napoleónica, fue enfrentado por los pueblos que tomaron las armas y se organizaron precariamente bajo los gobiernos republicanos que proclamaron la Independencia (1811-1824).

Y ante la fragilidad, desorganización y hasta etapas de anarquía en ambos bandos, nuestros países fueron campo fértil para el surgimiento de los caudillos, y por la anarquía republicana, durante todo el siglo XIX, como sucedió en España durante la larga guerra de Reconquista contra la invasión y ocupación musulmana – que de allí vienen las palabras “Caudillo” y “Caudillaje”.
En Venezuela, Domingo Monteverde fue en 1812 el primer caudillo realista al desobedecer a las jerarquías de los Ejércitos del Rey y asumir el mando personal y arbitrario del ejército monárquico, que engrosó por la adhesión a sus filas de muchos civiles realistas (españoles y americanos) adictos a su liderazgo. Y su actuación como caudillo la reforzó la nefasta Capitulación de 1812, pactada por el Generalísimo Francisco de Miranda, que rindió la Primera República, abolió su Ejército y desintegró el naciente Estado venezolano.

Así se facilitó el surgimiento de caudillos patriotas, fenómeno potenciado por lo largo de la guerra (14 años) y sus resultados fluctuantes hasta la victoria definitiva de la República.

Venezuela vio surgir como caudillos realistas a Monteverde, a Boves, a Morales, y como caudillos patriotas a Bolívar, Mariño, Piar, Bermúdez, Arismendi, Ribas, Páez, Monagas y otros. Miranda, Sucre, Urdaneta, Soublette, Salom y muchos otros valientes generales no fueron caudillos porque no formaron ejércitos particulares.

No existe caudillo sin ejército propio ni prestigio ganado en batalla. Por esto, el General Juan Vicente Gómez no fue un caudillo (mucho menos un burocrático político partidista a quien por adulancia y/o ignorancia llamaban, ya anciano, “el caudillo”).

El último caudillo exitoso en Venezuela, el último que la gobernó, fue Cipriano Castro, quien en 1899 organizó un ejército particular, se lanzó a la guerra civil (que bautizó “Revolución Liberal Restauradora”) y conquistó el poder, porque la guerra civil era expediente común para alcanzar el poder en la Venezuela del siglo XIX.

Y los últimos caudillos no exitosos fueron los que aliados, intentaron conquistar el poder con sus ejércitos particulares durante la última guerra civil que sufrió el país, bautizada “Revolución Libertadora” (1901-1903).

Después solo se cuentan militares golpistas (nunca caudillos), exitosos o fracasados, quienes prevalidos de sus posiciones jerárquicas en un Ejército de la República, dieron exitosos Golpes de Estado contra el gobierno existente (como Juan Vicente Gómez en 1908, Marcos Pérez Jiménez, Carlos Delgado Gómez y Mario Vargas en 1945 y 1948) o lo intentaron y fracasaron. También es impropio hablar de “caudillos civiles”, como algunos llamaron erradamente a Rómulo Betancourt, porque lo que define al caudillo es encabezar un ejército particular en guerra.

Así, el fallecido Fidel Castro, al organizar un ejército particular en Cuba y llevarlo a la guerra contra el precario ejército cubano sostén del dictador Fulgencio Batista, sí fue un caudillo, quizá el último en América Latina.

Todo caudillo es hombre de probado coraje, acostumbrado a exponer la vida en batalla. Y los que enfrentaron un pelotón de fusilamiento, como el General en Jefe Manuel Piar, murieron con orgullosa dignidad.