El dedal de Maduro

Opinión | septiembre 7, 2020 | 6:22 am.

¡Capriles está con el rrrrégimen!, grita descolocada la señora Machado. ¿En serio? Oye, la verdad, una cosa es ser de derecha extrema y otra perder el sentido de la realidad… y del ridículo. Esto de la señora Machado es, ni más ni menos, chavismo-madurismo especular, es decir, como en el espejo: igual pero al revés. Misma intolerancia. Mismo fanatismo. De aquel lado de la calle espetan: ¡Derecha apátrida!, ¡Vasallo del imperio!, a todo aquel que disienta de su proyecto proto-totalitario y estatista de partido/Estado, no importa que uno sea de centro izquierda, demócrata-social y antiimperialista desde siempre. Y en la otra acera injurian: ¡Comunista narcoterrorista!, ¡Secuaz del régimen cubano!, a todo el que disienta de la desquiciada, inútil y fracasada estrategia de la salida de fuerza (que, a más de inmoral e inconveniente, pasan los años y no aparece por ningún lado), no importa si usted ha dado sobradas pruebas de combatir al régimen autoritario desde antes de 1998. Y entrambos, en el centro de esta diatriba inútil, misma hambre, misma pobreza, mismo atraso, misma devastación: un país que se nos cae a pedazos.

Así las cosas, estos orates del radicalismo infecundo creen que negociar (con la mediación de Turquía si es el caso) el indulto de más de un centenar de presos y exiliados políticos, es inclinar la cerviz ante el tirano. ¡Si serán necios! ¿Y cuál era la alternativa? ¿Dejarlos allí, encarcelados y expatriados, hasta que caiga Maduro… por la fuerza, es decir, de la única manera posible si es por la fuerza: por un empellón de las tropas gringas, o sea, si nos atenemos a Abrams, hasta que transcurran cien años de soledad? Fácil decirlo desde la libertad y en suelo patrio o desde algún exilio dorado en Miami, Madrid o Bogotá.

Algunos han acusado, fuera de sí, como enajenados: no es un indulto sino un chantaje para que participen de las elecciones parlamentarias. Curioso, porque muchos de los indultados no han perdido la oportunidad de protestar contra la (supuesta) «farsa» comicial de diciembre. Y, por lo demás, si Maduro indultara a quien expresa su deseo de abandonar la estrategia extremista y volver a la ruta democrática, ¿qué tiene de malo? Suena lógico, más bien. ¿Busca un rédito Maduro? Aplausos. ¡Descubrieron el agua tibia! Todos sabemos desde hace décadas que éste es un régimen que no da puntada sin dedal. ¿Y es que los opositores sí? Bueno, a veces parece que no, es cierto, y mi recomendación es que no sigan hincándose la aguja en sus desnudos dedos.

Claro, el gobierno sabe que así divide más a la oposición participacionista hasta el punto de poder ganar siendo minoría y respetando todas las reglas. Serían unos tontos si no hicieran este cálculo. Pero no le echemos la culpa: nadie tiene derecho a alegar a su favor su propia torpeza: tontos quienes sabiendo que una vez producido el deslinde con el extremismo de Vente y VP (que debió haberse verificado en 2014, cuando La (infausta) Salida), no procuran la unidad de toda, y subrayo, toda la oposición democrática participacionista (al menos en los circuitos, donde, como sabemos, se puede ganar o perder por un voto).

El dedal de Maduro asegura otra puntada: dejar aislado a su enemigo principal: al guaidoísmo pitiyanqui invasionista y sancionista. El «interino» y sus socios gringos quedan así literalmente colgados de la brocha, luego de la trompetilla mariacorinista (¡Soy el centro del mundo!, parece exclamar nuestra Juana de Arco) y del deslinde de Capriles. Trump mira con ojeriza a Borrell. El balón ha caído ahora en la cancha de Bruselas: ojalá la U.E. valore con lucidez el rol independiente y decisivo que puede jugar en nuestra posible transición democrática. Haría historia, a despecho de Monroe.

Pero por último, hay un pespunte de vuelta, como lo llaman los costureros, que es el de mayor trascendencia y que Capriles enunció en su alocución cuando se preguntó: ¿Qué sé yo si del otro lado hay gente buena, pensando igual que yo? Sí, como Mandela encontró a su De Klerk, como la Solidaridad polaca admitió hallarlo en el presidente general Jaruzelsky, y como comunistas y socialistas españoles se toparon con Adolfo Suárez, exsecretario general de la Falange fascista.

Claramente derrotada la insurrección extremista, Maduro y Capriles parecen abrir otro juego del que fue precursor el notable esfuerzo de la Mesa Nacional de Diálogo. ¿Puede el gobierno replantearse su proyecto dictatorialista, acogerse a su propia Constitución, internalizar en su visión socialista el valor liberal de la alternancia republicana, construir desde la próxima AN (ganando o perdiendo) un pacto por la reinstitucionalización del Estado, negociar los Poderes Públicos, y respetar las reglas de aquí en adelante? ¿Puede la oposición (la única que habrá, la que quede en la AN, ganando o perdiendo, porque la otra irá languideciendo melancólicamente hasta extinguirse) bajarse de las nubes, desechar las ilusiones, borrar los espejismos, valorar al chavismo como un fenómeno político histórico que echó raíces en una parte del pueblo, reconocer a Maduro como presidente de la república hasta 2024, participar de los Poderes Públicos, propiciar un gobierno de unidad nacional (incluso con Maduro), retomar la ruta democrática, ganar en 2021 tantas gobernaciones y alcaldías como se pueda, y unificar a todas sus fuerzas para elegir en primarias a un candidato presidencial para disputar el poder político cuando toque? ¿Pueden ambos dos jugar limpio?

Ojalá. Porque sólo así, reconciliándonos, perdonándonos, reconociéndonos, podremos reconstruir nuestras fuerzas productivas y abrirnos de nuevo a todas las naciones del mundo, EEUU y Rusia, las de Europa y China, Cuba y Colombia, todas, cuyos mercados han de ser decisivos para multiplicar nuestra riqueza y poder así vencer el hambre, abatir la inflación, recuperar el salario real y el empleo, y dotar a los venezolanos de salud, educación y servicios públicos de calidad.

Los venezolanos nos merecemos tener esta nueva esperanza.