Aquella pobreza y la pobreza de hoy

Opinión | julio 24, 2020 | 6:26 am.

El concepto “país” tiene carga afectiva. Es lo mismo que decir patria, pero en términos reales ambos calificativos se refieren al Estado, al conglomerado que (en este caso) es Venezuela: Su gente, su territorio, sus leyes y su sistema de gobierno. Sea cual sea el término utilizado hoy está ausente, los venezolanos estamos pisando una tierra desconocida, desconectada con lo que nuestro país ha sido históricamente.

Según las nuevas cifras oficiales (que nadie explica de dónde surgieron) Venezuela, en medio de la peor diáspora que país de la región haya sufrido, milagrosamente ha incrementado su población a 32 millones de habitantes, o lo que es igual, 32 millones de Venezuelas, porque la crisis nacional, sin precedentes en nuestra historia, obliga a cada uno de los habitantes de este desnaturalizado país a enfocarse y esforzarse sólo por su realidad personal, familiar.

El problema no es superficial. Hablamos de una nación desmembrada que, a pesar de contar con los recursos naturales de mayor cuantía y otra privilegiada gama de destacables potencialidades, exhibe un cuadro de pobreza extremadamente grave, la cual se agudiza con el pasar de los días.

Los estudios de pobreza en nuestro país por siempre habían sido complicados. Se llegó a la conclusión que “la pobreza en Venezuela era relativa”, en cuanto en las zonas marginales. En los denominados ranchos, viviendas en pésimas condiciones e incluso en los palafitos zulianos, contaban con televisión satelital o cable, poseían pisos de porcelanato, sus ocupantes disfrutaban de modernos celulares y demás altas tecnologías.

Desde hace al menos una década esa percepción cambió radicalmente. Hoy incluso en las mejores urbanizaciones, en las mejores zonas urbanas, hay hambre, se cocina a leña, sus habitantes han tenido que vender sus vienes para poder comer, comprar medicinas o sufragar cualquier gasto cotidiano.

Es aún más grave cuando la sociedad está en cortocircuito. Un solo partido político se impuso a la fuerza, solo un bando político ejerce control e influencia, las instituciones públicas solo atienden las apetencias de un reducido grupo de venezolanos.

La Venezuela perfectible, la civil, quedó atrás, la población no supo valorar en su momento lo que tenía, de esa afligida manera llegamos a la Venezuela de hoy, sin posibilidades de superarse, de corrección, mientras siga arrastrada a la fuerza por un puñado de hombres anacrónicos, por decir lo menos.

Por ello, el día a día se convirtió en azar, el chanchullo sustituyó a las instituciones públicas, el rebusque extinguió al trabajo, cada quien está abandonado a su suerte ¿Qué sentimiento patrio se puede albergar en estas condiciones? Solo añoranza por el pasado ¿Quién desea seguir formando parte de esta pesadilla prestándose colaborar con los responsables del caos? Nadie o muy poca gente… por eso desde 2017 los venezolanos dejaron de votar.

Qué más quisiéramos que tener fe en el voto, en nuestra democracia, en nuestras instituciones, pero cuando quienes deben ser los garantes de la Constitución gritan públicamente son “profundamente chavistas”, juran lealtad al presidente y no al pueblo, la ley, la fe es un acto autodestructivo.

De todas las vías existentes para generar los cambios que urgentemente necesita Venezuela solo sabemos, con creces, que lo electoral no es una de ellas.

@leandrotango