Telegrama

Opinión | mayo 26, 2020 | 6:26 am.

Querida tía, por fin te escribo esta cartica aprovechando el viaje del amigo hacia esas tierras de Dios. Y lo hago en tono ceremonioso y pegachento que es el que más me brota y se adecúa tal vez al espíritu de estos tiempos, que por aquí andamos atrapados entre el «imperialismo mesmo” y “el fin de la usurpación”.

No se te olvide que los que mandan no hacen sino descargar su furia y resentimiento sobre nosotros, sumiso pueblo menesteroso, mientras los demás trastabillamos enredados, hace cuánto, entre los pajonales en los que se nos extravió la brújula del sentido común.

Te digo que todo aquello que pueda convertirse en enemigo de los mandantes es materia apropiada para la construcción del edén de sus sueños.Les da fuerza. Regocijo. El fuego ha construido territorio, y como ya debes saber por las noticias meteorológicas, por aquí ni llueve; menos escampa; desierto es lo que sobra.

Cuando falta perversidad la siembran y si vieras cómo se les da. Como monte. Ambicionan y acumulan poder, pero adolecen de liderazgo. La gente no les cree. No los oye ni los mira siquiera. ¿Miedo? ¿Rencor? Ya ni me atrevo a formular teorías. En fin, que les saca el cuerpo. ¿Desventura, odio? aunque por otro lado les solicita de todo, que nada sobra, a bocas abiertas con rostro de lastimosa militancia pedigüeña. ¡Qué más se hace a carencia de pan y de caminos! Mientras no sea para recibir los rehúye o rechaza, y aquellos tan campantes.

Ahora te digo que desde nuestro confinamiento de caracol miramos lo que queda de mundo que ya ni por TV. Ya no es solo el país. Es la realidad toda la que se nos ha ido de las manos. Esa hendija de luz con la que sentir un vínculo afectivo, una ilusión de comprensión, de compañía, de pertenencia, que el poder ha disuelto planificadamente, taimadamente.

Comida, paz, libertad, transporte, gasolina, agua, electricidad, salud, qué importa que nos falten si ya tenemos Patria. Me los imagino sobrevolando las ciudades y encontrar que no hay nada ni nadie por las calles. Puro arrase. Toda energía que los delate o que lo condiciona los hace fuertes, que ya aprendieron a aprovechar al máximo y hasta burlarse de esas pretensiones, que cuando no las hay se las inventan, las retuercen, le dan la vuelta a su favor y mire usted que asesores si que se gastan con larga experiencia en la especialidad. “Camaradas de viaje geoestratégico” se mientan entre ellos de tan cultos y nosotros en medio y ya ni eso sobre el sartén chirriante de la realidad del ahora que pareciera perpetuo.

Pues sí, querida tía. Te digo que el mañana está muy lejos. Estamos absorbidos por la ponzoña del hoy, y con esto te confieso que ya no le vemos antídoto al veneno que para qué asomarnos entonces a la “Botica de la Esperanza”, de tus anhelos y recuerdos de caramelos y chupetas. Es que estamos cansados y hartos, querida tía, y se hace tarde, muy tarde, y así el poder está feliz con toda la sombra del hambre, del secuestro, del silencio absoluto, del menosprecio en cadena nacional imprimiendo más miedo a través de la máscara antivirus del “que no se te olvide que yo soy el que te cuida, mascota, que todo tú dependes de mí. Yo soy tu proveedor exclusivo y tu guardián”.

Y ahora para otros cuentos se suma la invasión, otra más, “Gedeón”, que les llega bombita y como anillo al dedo, además del virus importado por nosotros mismos, con el que nos mandan a infectar desde Colombia, en desprecio por los que se fueron huyendo y regresan huyendo. “Quien los mandó, traidores a la Patria”, señalan regañones los que ordeñan.

Aquí te mando pues querida tía estas letricas apuradas y apurruñadas desde el alma para que sepas que estoy bien. Por cierto, no regreses. No se te vaya a ocurrir ni en sueños. Acude más bien a la nostalgia. No te olvido. Saludos por allá.