Vivimos la cuarentena desde aquel infeliz madrugonazo…

Opinión | marzo 30, 2020 | 6:14 am.

Los abusivos barrotes totalitarios se solidificaron en la fragilidad constitucional. Este perverso régimen germinó en los abusos que hicieron de Venezuela, una víctima del atroz populismo. Somos rehenes en una nación con treinta millones de sacrificados.

La deshonra uniformada asaltó al útero democrático. En aquellas funestas horas del cuatro de febrero de 1992 la deslealtad se vistió de oscuridad para abalanzarse en contra de las instituciones que juraron defender. Con la deshonestidad de sus instintos, lanzaron ráfagas que hirieron gravemente el corazón de la patria. Consiguieron que el crimen fuera justificado por los intereses.

Es allí donde se inicia este horripilante serial de putrefacción pública. La torcida rueda de la desmemoriada historia elevó al altar de los héroes a quienes se criaron en la traición, la filosa guillotina para desmembrar la honradez, mientras se coreaba con éxtasis monumental el asalto de un grupo de bandoleros. Rociados del clamor popular avanzaron hasta descuartizar nuestro futuro, al cual clavaron en unas estacas con las vísceras al cielo. Un proceso acelerado para dar al traste con la libertad, que tanto dolor y cadáveres costó en la realidad nacional.

Ese génesis responsorial se atravesó en nuestro camino para extraviarlo. De esos tiempos lúgubres nace nuestro encarcelamiento.

No es ahora que vivimos una cuarentena por la acción del coronavirus. Esta dictadura tiene a los venezolanos secuestrados, entre sólidos entreveros de abusos, desde hace veintiún años. Un toque de queda permanente para los derechos constitucionales del ciudadano.

Ejercen el poder de manera autoritaria irrespetando a todos aquellos que pensamos distinto. Los venezolanos sabemos lo que es padecer una pesadilla. La desgracia que hoy sufre el planeta: la tenemos nosotros- políticamente- desde hace más de dos décadas. Sufrimos la pandemia del robo de los dineros públicos, el quiebre absoluto de la economía. El vil asesinato de la producción industrial y agrícola. La muerte de cualquier espacio para la libertad. Con el peor sistema de salud del continente.

¿No es eso una forma de virus? Una pandemia que asesina ilusiones, quiebra instituciones y convirtió al país en una entelequia.

Ahora el mundo aterrado por este contagio sabe lo que es padecer entre las cuatro paredes del miedo. Nosotros tenemos un buen tiempo cercados en nuestra propia tierra.

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