Normalidad o tragedia

Opinión | marzo 14, 2020 | 6:13 am.

En un análisis de las palabras y frases más utilizadas por los venezolanos en los últimos tres años seguramente se incluirían las siguientes: hambre; dólar, no hay; comida; efectivo; inflación; pobreza; diálogo; gasolina; escasez; y luz.


Este año habría una palabra ganadora: normalidad.

Pero si se traza el origen del uso de la palabra se puede demostrar que se ha generado artificialmente en algunas estructuras de poder, de beligerancia política, círculos económicos (monopolios y carteles nacionales) o de círculos muy vinculados al Estado, especialmente a grupos favorecidos para importar masiva e indiscriminadamente productos o bienes para desviar la atención, por parte de “empresas” que lavan dinero.

Los venezolanos, vecinos, comerciantes hacen referencia a la normalidad, pero no como una percepción de ellos mismos, sino más bien que han oído que alguien dice. Que existe normalidad en el país. Que “la situación se está normalizando”.

El uso de la palabra “normalidad” en la realidad actual de Venezuela es completamente sórdida.

En economía se estima que hubo un robo al tesoro público de entre 400.000 millones y 500.000 millones de dólares en estos últimos 20 años. Y el saqueo a la nación continúa principalmente a través de la extracción inmisericorde de oro y otros metales.

Con la emisión de instrumentos de financiamiento del Estado y Pdvsa, aun cuando Venezuela estuvo exportando petróleo por varios meses a 100 $/barri, hoy en día la deuda pública sobrepasa los 200.000 millones de dólares; sin observarse algún tipo de disminución, amortización o re estructuración. Todo lo contrario. Existen vencimientos de deuda, de bonos de Pdvsa que van sumando alrededor de 17.000 millones de dólares anuales. Con una hiperinflación para 2019 que se estimó en 10.000.000 % y que en este año de “normalidad”, sin alcanzar esos números, sigue acompañada con un estancamiento del PIB, que viene de un descenso de 25% del 2018 al 2019.

En cuanto a indicadores de salud, el momento no es nada alentador. Enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes: alertas de brotes de sarampión, malaria, dengue, además del coronavirus, donde la población no puede acceder ni siquiera a tratamiento con acetaminofén por su precio elevado que puede llegar entre 15.000 Bs. y 20.000 Bs. una sola dosis.

Tasas de mortalidad en niños menores de un año y en mortalidad materna, verdaderamente inauditas y que van en aumento cada trimestre. Muy relacionado a la salud, los datos de alimentación son catastróficas; en la cual, el venezolano promedio no alcanza una ingesta de 1.000 kcal diarias, cuando un promedio normal es de 2.500 aproximadamente. Datos de inseguridad alimentaria por indicadores de desnutrición en sus tres niveles: aguda, moderada (malnutrición y retraso del crecimiento) y crónica; colocan a Venezuela en una situación que sobrepasa el umbral de crisis (10%) y de emergencia (15%) establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Por si fuera poco, un país inundado en algunas regiones con tres tipos de monedas (en el mejor de los casos): dólar, bolívar y pesos colombianos; además de monedas virtuales (criptomonedas, según el poder usurpador) lo cual desecha de una vez cualquier vestigio de economía de supervivencia por lo menos.

Un cono monetario que no aguanta más debido a que en su última modificación (reducción de 5 ceros), en este preciso momento retorna a niveles imposibles de manejar como los que existían previamente, con el agravante de que dicha medida iba a resolver definitivamente la emergencia económica nacional; obviamente no fue así. Ejemplo patético de esta ridícula situación es el hecho de pagar un pasaje urbano con 5 billetes en promedio. Pero si se trata de un pasaje extraurbano, y si el usuario cuenta con solo billetes de 500 Bs., tendría que entregarle al chofer alrededor de 22 billetes; una “maleta” de billetes en el sentido estricto de la palabra.

Al referirse en este momento de “normalidad”, a la disponibilidad de energía, entendiéndola como: energía eléctrica, gasolina y gas doméstico, podemos notar que el suministro en las regiones, es de total anarquía, abandono, y dejada a la suerte o más bien al negocio de muchos “funcionarios públicos”. En el caso del suministro de gas directo por tubería, este queda reservado, para algunos sectores de ciertas ciudades.

En varios estados del país donde Corpoelec maneja demandas forzadas de energía eléctrica, por la muy baja actividad económica, no hay forma de mantener algún sector fuera de los centros de seguridad, con servicio eléctrico por 12 horas consecutivas. Luego de días interminables de angustia y zozobra, llega una situación en la cual se “estabiliza” el servicio para luego recaer en el detestable círculo vicioso. Comercios paralizados sino por la falla eléctrica propiamente dicha, por la caída de los sistemas interbancarios de puntos de ventas, internet y otros mecanismos para las transacciones y pagos.

En términos de la estructura de poderes públicos, tenemos a un poder ejecutivo totalmente ilegítimo. Un poder judicial que funciona subordinado al ejecutivo usurpador a través de cuerpos de asesinos y un poder legislativo inexistente en la práctica, el cual fue destruido por otro golpe de estado, con participación de un sector de partidos políticos de oposición (que no lo son realmente) cuyo propósito fue dejar sin funciones a la Asamblea Nacional legítima. Y más escalofriante aún, es que han confluido en el país dos formas de presentarse la delincuencia: el crimen organizado internacional y el terrorismo.

Como se puede observar no es normalidad la que se puede constatar diariamente. No es normalidad la que brota por los poros de la población en cada rincón de Venezuela.

Lo que se advierte de la población es desesperanza, componentes de confusión, apatía y desconfianza por la tradicional, malsana y fracasada forma de hacer política; hasta ahora, pero también con sobradas razones y cada vez menos intimidados por la tiranía.

Con una nueva referencia política, la población exclama que la solución definitiva en una primera etapa, no son elecciones fraudulentas, sino una coalición internacional liberadora, cuya fuerza en unión a una acción interna clara y decidida, saque de raíz al mal en todos sus niveles y formas de presentarse.

@abrahamsequeda

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