Hacia la nueva Venezuela

Opinión | marzo 30, 2020 | 6:28 am.

Ojalá y estos días raros a los que no estamos acostumbrados permitan a quienes tenemos responsabilidades, grandes o pequeñas, en la dirección política del país pensar sobre lo que debe venir después que se normalice la situación actual. Cuando muchos me preguntan lo que va a pasar, respondo sin vacilaciones que lo peor que puede pasar es que no pase nada y sigamos como veníamos antes del virus chino.


Ratifico mi convicción de que el ciudadano común, la gente en términos generales, es superior a sus dirigentes. Quizás esto se debe a que es allí donde se sufren con mayor intensidad los problemas existentes, sin respuestas capaces de señalar un camino que motive para mantener viva la fe y la esperanza en un mañana mejor.

Lo que han hecho quienes han tenido en sus manos las mayores responsabilidades no tiene perdón de Dios ni de los seres humanos. La ideologización comunistoide ha alimentado ineficiencia y niveles de corrupción desconocidos hasta ahora en esta parte del mundo. Han sido dos etapas insólitas. La primera bajo la absoluta responsabilidad de Hugo Chávez y luego la profundización, bajo la dirección de Nicolás Maduro y su combo.

En un proceso progresivo y bien calculado, los tentáculos del narcotráfico y la creciente presencia de factores vinculados al terrorismo internacional, se han convertido en elementos fundamentales que nos permiten afirmar, sin dudas, que hemos estado en manos del crimen organizado. Esto ha sido probado ante instancias internacionales que finalmente empiezan a asumir las responsabilidades que le corresponden.

Conviene señalar que en ningún momento el gobierno de los Estados Unidos ha impedido el libre comercio en materia de medicinas o alimentos. No es de su responsabilidad que esta gente no tenga dinero para hacerlo, que hayan perdido el crédito y la confianza del mundo entero o que los proveedores no quieran mezclarse de ninguna forma con quienes se han convertido en clara amenaza para el mundo libre y democrático. Si a esto sumamos la destrucción integral del aparato productivo del país, de la ciudad y del campo, entenderemos mejor la verdadera naturaleza del problema.

Las medidas tomadas en Estados Unidos no dependen del gobierno. Están ubicadas en el área judicial en un país verdaderamente democrático con clara separación de los poderes y plena vigencia del ordenamiento jurídico basado en la única Constitución que ha tenido en toda su historia, más las enmiendas hechas para actualizar progresivamente algunas de sus normas originales.
Para el día de hoy, a esta hora y más allá del Coronavirus, Nicolás Maduro y las cabezas del régimen, constituyen un problema real y cierto para el mundo libre y para el vecindario. Mientras tanto, a pesar del recogimiento derivado de la pandemia, los acontecimientos están en pleno desarrollo.

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